19/3/11

El cerebro humano ha disminuido su tamaño


Según un estudio realizado sobre el tamaño del cerebro humano por antropólogos recientemente y publicado sus resultados en la prensa (ABC/Ciencia 08/02/2011), el cerebro humano de hombres y mujeres ha disminuido en los últimos 30.000 años en una proporción aproximada del tamaño de una pelota de tenis. Naturalmente, esa pérdida sustancial que no es moco de pavo, no nos hace más tontos a hombres y mujeres y demuestra que el tamaño del cerebro no está en proporción directa a la inteligencia, como venían aduciendo los machitos que presumían de superioridad por tener los hombres, generalmente, la cabeza más grande que la de las mujeres –aunque olvidaban ese refrán que dice que “cabeza grande: muchos mocos y talento poco”, pero ese es otro cantar que dejaremos para otra ocasión.
            Pues bien, los antropólogos que han estudiado la evolución del cerebro humano comparando muestras de cráneos que van desde 1,9 millones de años hasta 10.000, ¡que ya son años y cráneos!, para llegar a la conclusión de que el tamaño medio del cerebro humano moderno  -Homo sapiens- ha pasado de  1.500 centímetros cúbicos a 1.359 centímetros cúbicos, lo que significa una reducción de un 10%. Relacionan esa disminución con la concentración humana en un determinado lugar –ciudades modernas- lo que hace menos necesaria la cantidad de masa gris para sobrevivir y resolver los problemas que se presentan. Es decir, el ser humano actual, al vivir en zonas más pobladas que en épocas pasadas, tiene menos necesidades que resolver por sí mismo tanto para la alimentación, vivienda, seguridad, higiene, etc., por estar estas cuestiones resueltas por la propia comunidad y su diversidad de ocupaciones Y profesiones, además de los adelantos tecnológicos con los que cuenta hoy en día.
            El profesor David Geary, de la Universidad de Missouri, afirma que el hombre de Neardental que vivió hace 30.000 años era de mayor corpulencia y su cerebro, por tanto, era también mayor, ya que necesitaba más materia gris para lograr sobrevivir en un entorno hostil. El hombre de Cro-Magnon, alrededor de 17.000 años, el Homo Sapiens más fuerte, tenía el cerebro más grande que el hombre actual.
Al surgir la civilización moderna y tecnificada, el cerebro fue perdiendo masa pero no inteligencia, porque ambas cuestiones no están relacionadas, aunque para muchos machistas esa era la prueba irrefutable de su supuesta superioridad en relación con las mujeres, ya que no podían demostrarla de otra forma, lo que ahora la ciencia ha venido a descartar de un plumazo. Ya se sabe que cuando no se puede presumir de ser más inteligente, se presume de otras cuestiones peregrinas: de ser más grande, más fuerte, o más bruto, etc., es decir, menos evolucionado, en suma.
Ahora, en esta época de familias más reducidas, casas más pequeñas, aparatos que cada vez ocupan menos espacio (sólo hay que recordar las radios de hace décadas, los televisores, teléfonos, automóviles y cualesquiera otros cachivaches tecnológicos) para darse cuenta de que cada vez tienen más prestaciones, más calidad tecnológica, ocupan menos espacio, gastan menos energía y hasta cuestan menos, a medida que las cadenas de producción van incrementando la oferta en relación con la demanda.
Por eso, el cerebro humano va siendo más pequeña, más especializado, más versátil y más funcional, en cuanto que desarrolla las mismas funciones con un gasto de energía menor y ocupando menos espacio. Algo así como el modelo soñado por toda mujer  de lo que es un buen marido, soñado pero no real, por lo menos hasta ahora.
Al hombre antiguo y moderno siempre le preocupó “el tamaño”, pero la ciencia demuestra en un giro sarcástico, que a medida que el ser humano iba perdiendo volumen y se hacía más liviano, su cerebro empequeñecía, pero su potencialidad aumentaba. El tamaño aquí no importa, sino su  capacidad y potencia, cuestión ésta que lleva a mal traer a muchos hombres preocupados por cuántos centímetros  y no por cómo se usan – aquí no ser malpensados que hablamos de la cabeza superior; de la otra, el estudio de referencia no ha dicho ni mu-.. Por ello, la superioridad en inteligencia medida por la capacidad craneal se ha quedado como uno de los muchos bulos que el hombre creaba para creérselo él mismo e intentar que la mujer se lo tragara, cosa que en este tema no se ha tragado nunca ni con bicarbonato, para indignación de los hombres y recelo de las mujeres que notaban que los hombres, en general, eran más grandes, fuertes, pesados (en el doble sentido) que ellas, pero lo de que eran más inteligentes por tener un cabezón más grande, les parecía algo así como lo de que “el hombre, como el oso, mientras más feo más hermoso”. Es decir, propaganda machista para convertir los defectos masculinos en virtudes y encima pretender que la prójima se lo creyera a pies juntillas.
Ahora, con estos descubrimientos –cuestión que las mujeres sospechaban desde tiempos inmemoriales- que confirman que el cerebro mientras más evolucionado y, por lo tanto, más inteligente, ocupa menos espacio, se van a tener que cambiar ciertas actitudes machistas hacia las mujeres. Ya no se puede presumir de ser más alto, fuerte, estar cachas y encima tener “más cabeza”, en el sentido tradicional que se le da a la frase, sino que el hombre va a tener que reconocer de una vez por todas que la mujer, por ser posterior en la evolución que el hombre, no sólo le quitó a éste una costilla, sino que le quitó también parte de la sesera (que éste no echa de menos porque ni se enteró que la tenía de no usarla) y a partir de ahí empezó la evolución que le ha llevado a la especie humana hasta el momento actual en el que el hombre va perdiendo cabeza, potencia (¡mental Hay algunos que piensan siempre en lo mismo) pelo, fuerza, pero va ganando conocimiento, sutileza, especialización y complejidad, pero aunque ese es el prototipo todavía está lejano el día en el que empiece a funcionar de verdad y pase de la potencia al acto, y deje de ser el proyecto del hombre ideal en doble sentido, por ser una idea de perfección y por ser sólo eso: una idea  utópica,  no una realidad constatable y disfrutable.
En definitiva, estos científicos de Missouri han venido a constatar lo que las mujeres sospechábamos, o mejor dicho sabíamos, que a un hombre no se le debe medir por su tamaño (a no ser la de su cuenta corriente), corpulencia (si no lo queremos para acarrear paquetes y bolsas), ni tamaño de su cabeza (la de abajo, sí), sino por la capacidad para resolver problemas (familiares, económicos y emocionales), ductilidad para realizar diversas tareas (sobre todo, las domésticas), sentido del humor ( para que las haga contento y no enrabietado) y comprensivo (cuando llegan las facturas a final de mes, sobre todo). A un hombre así se le puede perdonar cualquier cosa, incluida que pierda masa cerebral; ya que, como no suele usarla demasiado, la mujer que tenga al lado no lo notará especialmente, porque al fin tendrá al lado a un compañero con menos sesera, pero más adulto, inteligente y capaz de poder hacer dos cosas al mismo tiempo, lo que ya será todo un logro para lo que deberá perder la masa cerebral equivalente a un melón.
Aunque, para conseguirlo ,se anuncia una larga espera para las mujeres…