23/12/10

El mono que estornuda bajo la lluvia
















                                      Rhinopitecus Strikeri




por Ana Alejandre

La prensa ha enumerado las diez especies más raras descubiertas en 2010. Entre ellas se encuentran especímenes tan horripilantes como la sanguijuela que se introduce por la nariz de sus víctimas, en la que se instala confortablemente; un pez gigante que come madera; o una criatura tan extraña que los científicos no se ponen de acuerdo para definirlo como un calamar o un gusano; sin olvidar a un lagarto capaz de clonarse a sí mismo; un mono que estornuda bajo la lluvia, y así hasta los diez ejemplares de criaturas raras para la ciencia y para la propia comunidad de bichos a la que pertenecen.

Pero hablando de este simpático mono de hocico chato que estornuda bajo la lluvia, descubierto por un equipo internacional de primatólogos en el norte de Myanmar (Birmania) a cuya especie la han bautizado como Rhinopitecus Strikeri, parece que se caracteriza esta nueva especie  recién descubierta por su hocico chato, pero, sobre todo, porque cuando llueve, estornuda continuamente, porque el agua de la lluvia le entra fácilmente en los orificios nasales, lo que le produce los repetidos estornudos. Por ese motivo, cuando llegan los días de lluvia, estos animales se pasan el tiempo con la cabeza entre las rodillas, para evitar los molestos estornudos.

. Aunque para la ciencia es nueva esta especie que, por cierto, por el escaso número de ejemplares que existen en la zona donde la han descubierto y que no sobrepasa los trescientos se considera en peligro de extinción, sin embargo para los naturales de esa zona es un animal muy conocido al que llaman "nwoah" -o "mono con la cara vuelta hacia arriba", en dialecto local.

Esto hace pensar en que, la teoría de la evolución de las especies de Darwin es ratificada por descubrimientos como éste del mono que estornuda bajo la lluvia, cosa por otra parte natural y comprensible, porque aún no se ha inventado el mono con bolsillos en la pelambrera para llevar el paraguas plegable necesario para sitios tan húmedos como el que habita –ni tampoco para llevar el móvil, utensilio aún más necesario para entenderse entre el guirigay de la selva que forman los graznidos, rugidos, chillidos, piar frenético de las aves cantoras, bufidos, croar de las ranas y demás jolgorio selvático-, porque la conducta de este mono chatillo recuerda bastante a los descendientes de los simios que somos los seres humanos y, por tanto, racionales –aunque esa afirmación se presupone generosamente en muchos seres que aunque son bípedos y hablan por el móvil, tienen poco de racionales y sí mucho de bestias, pero eso es otra cuestión- y digo que este descubrimiento ratifica que defendemos del mono   –aunque algunos tienen poco de “monos” y son más bien tirando a feos- porque recuerda lo que hacen los políticos –a los que los zoólogos sí califican de humanos, aunque en una especie aún sin clasificar adecuadamente-, ya que estos seres también ponen la cabeza entre las rodillas cuando “arrecia la tormenta” –que viene a ser como decir que la ponen bajo tierra, como hacen los avestruces para oír las pisadas de sus depredadores y calcular la distancia que media entre donde están éstos y el posible mordisco en sus emplumadas posaderas, es decir de los avestruces-, y así con la cabeza gacha y “haciéndose el sueco”, los políticos intentan que no les entre agua “de la que está cayendo” en sus delicadas mucosas nasales para no empezar a estornudar, por temor a que, entre estornudo y estornudo, además de soltar microscópicas gotas de saliva, también puedan soltar disparate tras disparate, más aún de los que son habituales en este especie de "raras avis", soltar miles de votantes y, lo que es peor aún, soltar el poder porque no se sabe en manos de quién puede caer y, después, se lía la gorda.

Por eso, este mono chatillo, nos viene a recordar a todos que a falta de un buen paraguas para protegerse de “lo que está cayendo”, y de móvil selvático para lograr entenderse entre el griterío bacaladero de sus congéneres y demás bichos no reconocidos, o en minoría –es decir, igual que en el Congreso de los Diputados-, es mejor no moverse, no decir ni pío, y taparse las narices para que no se mojen o por temor a que se las rompan –según si se es mono o se es ministro-, y esto explica la extraña reacción que en el 23-F tuvieron los diputados que se echaron al suelo, escondiendo la cabeza –aunque algunos también intentaron esconder las posaderas, pero no lo consiguieron por su excesivo volumen- cuando empezó a arreciar una tormenta en forma de ráfaga de metralleta que ésa sí que puede hacer pupa se sea chato o narigudo.

Lo dicho, noticias así re reconcilian con el mundo de los animales y con los pertenecientes al mundo de los políticos, porque hay un gran paralelismo entre ambos mundos.

 Ya decía Wells que “hoy otros mundos, pero están en éste”. El problema es que muchas veces los roles están cambiados y los  animales hacen política y los políticos creen que están en la selva.